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VERDADEROS VALORES FAMILIARES

 

Los valores son aquellos principios que permiten orientar nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y decidir cosas en lugar de otras, o ciertos comportamientos.  También son fuente de satisfacción y plenitud moral.

Proporcionan una pauta para formular metas, así como propósitos, tanto personales como colectivos. Reflejan nuestros intereses, sentimientos y convicciones de mayor importancia.

Los valores contribuyen a la satisfacción de necesidades humanas, representando ideales, sueños y aspiraciones, con una importancia independiente de las circunstancias. Son importantes por lo que son, lo que significan, y lo que representan, y no por lo que se opine de ellos. Estos valores están estrechamente relacionados con las actitudes y con las conductas. De igual manera, se traducen en pensamientos, conceptos o ideas, pero lo que más refleja a los valores, es el comportamiento o lo que hacen    personas. 

Dichos, también son la base para vivir en comunidad y relacionarnos con las demás personas. Permiten regular nuestra conducta para el bienestar colectivo y una convivencia armoniosa. En este caso, en la institución social más básica, que es la 
familia.

Los Valores familiares se establecen mediante las relaciones personales que crean afinidad de sentimientos, de afectos e intereses que se basan en el respeto mutuo de los integrantes. 
La familia es el lugar de donde se aprende a vivir los grandes valores; el lugar donde nos instruimos para ser personas y es la comunidad donde desde la infancia se enseñan los valores.

Existen varios valores en la familia como lo son:

 

•     La Fe
•    La dignidad
•    El bien
•    La honestidad
•    La responsabilidad
•    La justicia
•    La paciencia
•    La generosidad
•    La bondad
•    La lealtad
•    La gratitud
•    La honradez
•    La amistad
•    El perdón
•    La alegría
•    La solidaridad
•    La prudencia
•    La templanza
•    El respeto
•    La misericordia
•    La sinceridad
•    La amabilidad 
•    La confianza
•    Y la unidad por mencionar algunos

Entrando en la descripción de algunos valores fundamentales:

 

La alegría es un valor que se siembra primeramente en el seno familiar. Es considerada como la expresión de la felicidad. Tiene su fundamento en lo profundo de la persona, es la consecuencia de una vida equilibrada y de tener una mente y un cuerpo sanos.

 

La generosidad es uno de los valores que se fomentan en la vida familiar. Entendiendo por generosidad el actuar en favor de otras personas desinteresadamente. Se notará una actitud generosa en una persona que se esfuerza por hacer la vida agradable a los demás miembros de la familiar.

 

El respeto es reconocer la dignidad propia de una persona y reconocer que todos los humanos somos dignos (con los mismos derechos). Respeto hacia las cosas de los demás miembros, respeto a su privacidad, respeto a sus decisiones.

 

La justicia se fomenta en el seno de la familia al establecerse lo que corresponde a cada miembro de la misma. Recordemos que la justicia consiste en dar a cada uno lo que les corresponde. Una persona que se esfuerza constantemente por respetar los derechos de los demás y le da a cada uno lo que debe, tiene la virtud de la justicia.

 

La responsabilidad supone asumir las consecuencias de los propios actos, no solo ante uno mismo sino ante los demás. Para que una persona pueda ser responsable tiene que ser consciente de sus deberes y obligaciones.

 

La lealtad surge cuando se reconocen y aceptan vínculos que nos unen a otros, de tal manera que se busca fortalecer y salvaguardar dichos vínculos así como los valores que representan. Se entiende a la lealtad como legalidad, amistad y al deber para con la patria o instituciones  a las que pertenecemos; en este caso la institución de la familia.

 

La autoestima es uno de los valores fundamentales para el ser humano maduro, equilibrado y sano. Se entiende por autoestima la visión más profunda que cada persona tiene de sí misma, influye de modo decisivo en las elecciones y en la toma de decisiones, en consecuencia conforma el tipo de vida, las actividades y los valores que elegimos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TRANSMITIR LA FE A NUESTROS HIJOS

 

La familia cristiana es, o debería ser, la primera evangelizadora. Los padres tenemos en nuestras manos la educación de nuestros hijos, en todos los aspectos de su vida y en la transmisión de la fe también.

En la actualidad, parecería que hacemos más hincapié en conducirlos en su escolaridad, su desarrollo intelectual, pero ¿qué pasa a la hora de educarlos en el camino de una fe viva y comprometida con los valores cristianos?

 

Según el documento final de la Asamblea Plenaria del Consejo Pontificio para la Cultura, en su publicación ¿Dónde está tu Dios? (Editorial San Pablo), capítulo 2.5. “La transmisión de la fe”: Hay un verdadero déficit en la transmisión de la fe en el interior de las familias tradicionalmente cristianas…

 

Este déficit se atribuye a muchos factores, el ritmo de trabajo, las múltiples actividades de padres e hijos, el poco tiempo que pasamos en familia, entre otros.

 

El documento agrega que: Los padres, sin embargo, no por ello se convierten en no creyentes. A menudo, piden el bautismo para sus hijos y quieren que éstos hagan la primera comunión, pero, fuera de estos momentos de “paso religioso”, la fe no parece ejercitar influencia alguna en la vida familiar. De ahí la pregunta apremiante: si los padres dejan de tener una fe viva, ¿qué transmitirán a sus hijos en un ambiente indiferente a los valores del Evangelio y casi sordo al anuncio de su mensaje de salvación? (…) Los ritos cristianos se realizan, pero, con frecuencia, se perciben únicamente en su dimensión cultura.”

 

En el seno de la familia, se forma al ser humano y no solamente en su faceta intelectual y moral, sino también como cristiano. El mundo de hoy nos impone que debemos trabajar mucho, estar muy preparados para enfrentar la vida, saber de muchas cosas. No está mal que así sea. Los padres debemos brindarles a nuestros hijos lo que esté a nuestro alcance para que, el día de mañana, puedan lograr una vida plena y digna, pero, si de vida plena se trata, no podemos, ni debemos dejar de lado lo más importante: sembrar en nuestros niños una fe que crezca con el tiempo. Sin fe, todo es más difícil. ¿De qué servirá que dominen más de un idioma, que tengan los estudios necesarios para encontrar un buen trabajo, si no le hemos inculcado la fe y los valores cristianos? De muy poco, sin duda.

 

El hombre se realiza en profundidad a través de sus valores, de lo que es como persona y no por su profesión o éxito laboral. Si para nosotros, los adultos, los valores cristianos no implican una prioridad, menos lo serán para nuestros hijos.

 

Las familias cristianas, tal como dice el documento, procuramos que nuestros pequeños sean bautizados, tomen la comunión y cumplan con los ritos establecidos. Eso no es lo único.

 

Un cristiano se forma todos los días de la vida, no sólo por recibir un sacramento. El sentido de una vida cristiana se construye día a día, con ejemplos, acciones y otorgándole un lugar de privilegio a Dios en nuestra existencia.

 

No alcanzará solamente con que hayamos cumplido con estos ritos, si no practicamos, en la intimidad y cotidianeidad, la fe.

 

El niño no recuerda cuándo ha sido bautizado y, muy probablemente con el tiempo, no recuerde demasiado el día exacto en que tomó la comunión. Sin embargo, calará hondo en él el hecho de rezar en familia, ir a misa con papá y mamá. Un ejemplo de vida cristiana, por parte de sus padres, dejará una huella imborrable. La transmisión cotidiana de los valores como la solidaridad, la bondad, la ausencia de egoísmo, el considerar al prójimo y amarlo, aunque no lo conozcamos, no se olvidará.

 

Si nos ponemos a pensar y hacer un autoanálisis, ¿no estaremos demasiado pendientes del trabajo y del estudio, y no tanto en hacer de nuestros hijos personas con una fe activa?

 

Aunque enviemos a nuestros niños a colegios católicos, éstos poco podrán hacer, si no trabajamos desde casa, diariamente y en cada acto, para que ellos sean verdaderos cristianos.

 

Hay una crisis de valores mundial, tal vez, no esté a nuestro alcance modificar esta situación en forma total. Si cada uno de nosotros privilegia los valores cristianos y los convierte en “el pan nuestro de cada día”, y damos de comer ese pan a nuestros hijos, seguramente, con el tiempo, esta realidad en algo (o mucho) se modificará.

 

Está en nosotros, los papás cristianos, hacer de nuestros hijos hombres de fe que, desarrollando, en el futuro, la actividad que sea, lleven en su corazón a Dios.

 

De todas las cosas que, como papás, podemos legarles a nuestros hijos, la fe y los valores cristianos serán, sin duda, lo que más los prepare para enfrentar el mañana. Con la transmisión de estos valores, habremos sembrado una semilla indestructible que crecerá con ellos y los acompañará toda su vida.

 

                                                                                                                

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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